El sufrimiento: El otro día, distinguíamos entre dolor (algo físico) y sufrimiento (algo psicológico y existencial). El dolor, los médicos consiguen evitarlo sin mayor esfuerzo. (Gracias Maite a ti y a todos tus colegas). El sufrimiento es otra cosa. Os ofrezco esta reflexión de Pagola. Como todo lo suyo, se entiende bien y lo explica como si estuviese dando clase.
Por José Antonio Pagola:
Tarde o temprano, a
todos nos toca sufrir. Una enfermedad grave, un accidente inesperado, la muerte
de un ser querido, desgracias y desgarros de todo tipo nos obligan un día a
tomar postura ante el sufrimiento. ¿Qué hacer?
1.- Algunos se limitan a
rebelarse. Es una actitud explicable: protestar, sublevarnos ante el mal. Casi
siempre esta reacción intensifica todavía más el sufrimiento. La persona se
crispa y exaspera. Es fácil terminar en el agotamiento y la desesperanza.
2.- Otros se encierran
en el aislamiento. Viven replegados sobre su dolor, relacionándose solo con sus
penas. No se dejan consolar por nadie. No aceptan alivio alguno. Por ese
camino, la persona puede autodestruirse.
3.- Hay quienes adoptan
la postura de víctimas y viven compadeciéndose de sí mismos. Necesitan mostrar
sus penas a todo el mundo: «Mirad qué desgraciado soy», «ved cómo me maltrata
la vida». Esta manera de manipular el sufrimiento nunca ayuda a la persona a
madurar.
La actitud del creyente es diferente. El cristiano no ama ni
busca el sufrimiento, no lo quiere ni para los demás ni para sí mismo.
Siguiendo los pasos de Jesús lucha con todas sus fuerzas por arrancarlo del
corazón de la existencia. Pero, cuando es inevitable, sabe «llevar su cruz» en
comunión con el Crucificado.
Esta aceptación del
sufrimiento no consiste en doblegarnos ante el dolor porque es más fuerte que
nosotros: eso sería estoicismo o fatalismo, pero no actitud cristiana. No trata
tampoco de buscar «explicaciones » artificiosas, considerándolo castigo, prueba
o purificación que Dios nos envía. El Padre no es ningún «sádico» que encuentra
un placer especial en vernos sufrir. Tampoco tiene por qué exigirlo, como a
pesar suyo, para que quede satisfecho su honor o su gloria.
El cristiano ve en el
sufrimiento una experiencia en la que, unido a Jesús, puede vivir su verdad más
auténtica.. El sufrimiento sigue siendo malo, pero precisamente por eso se
convierte en la experiencia más realista y honda para vivir la confianza
radical en Dios y la comunión con los que sufren.
Vivida así, la cruz es
lo más opuesto al pecado. ¿Por qué? Porque pecar es buscar egoístamente la
propia felicidad rompiendo con Dios y con los demás. «Llevar la cruz» en
comunión con el Crucificado es exactamente lo contrario: abrirse confiadamente
al Padre y solidarizarse con los hermanos precisamente en la ausencia de
felicidad.